sábado, 18 de febrero de 2012

EMMANUEL

La lluvia cae impetuosamente sobre la ciudad, hace dos semanas que comenzó a llover y no ha cesado aun. Las nubes siempre implacables demuestran su poderío sobre la inferioridad humana, ahí es donde el poderoso hombre se siente pequeño, desgraciado, desprotegido, frágil y endeble como el cristal. Un leve movimiento y se quiebra por completo. La gente se refugia, se esconde en sus casas verdaderos castillos medievales que defienden a los indefensos  de la mano y furia del destructor natural, el superior. Pero no falta el osado que lo desafía mas de algún loco desquiciado sale a la calle sin importarle la lluvia, el barro, el agua o  la muerte misma. Porque él es un hombre, un valiente, un loco, un demonio o quizás un dios. Estos personajes son únicos, fantásticos e irreales. Van en contra de todo desde lo más obvio a lo más imposible.                                                                        Capitulo.1
El encuentro.
Hace muchos años atrás un día al igual que este con una lluvia de igual similitud como la que hay ahora, un joven se asoma hacia la ventana que da a la calle, el vidrio estaba empañado de gotas de agua a causa del frió de afuera y el calor de adentro salido de la chimenea.
Con su pañuelo de fina seda blanca limpia uno de los cristales para mirar hacia la vereda. La lluvia era tormentosa poca era la visibilidad que no permitía ver nada. Hacia frío, las personas no salían a la calle por lo mismo. El aburrimiento y la soledad eran extremos. El joven miraba  a través  del cristal, tratando de buscar algo a alguien pero no lo encontraba, se sentía  solo, desesperado. No había nadie que lo  pudiera  sacar de esa angustia, hace unos meses atrás que había fallecido su madre y ahora se encontraba totalmente solo, la casa era grande muy grande y vacía. Lo único que la llenaba eran los fantasmas del recuerdo. Estaba desesperado, completamente desesperado. Pensaba que la calle le podría dar la salvación para salir del hoyo da la angustia, pero todo era inútil.
La lluvia era como el diluvio, ningún humano conciente cometería el sacrilegio de salir a pasear con semejante día, pensaba para si mismo, un loco podría hacerlo.
El esperaba ver a uno quizás era su única esperanza, pero los locos no estaban tan desequilibrados para cometer tal atrevimiento. Pobre hombre estaba atormentado, de sus ojos brotaban lágrimas, lágrimas que rodaban por sus pálidas mejillas. No había nada que hacer.
Ya habían pasado tres días que repetiría el mismo ritual, la misma escena y hoy era uno mas, el ultimo para él. Si no aparecía tenia preparado un revolver pequeño dentro de una caja de tamaño regular sobre la mesa del comedor. Tenía en mente quitarse la vida a las cinco de la tarde, ya faltaban cinco minutos para ello. Así que decidió ir a buscar el arma. La toma con mucho cuidado, como si fuera una joya de inigualable valor. La acariciaba y la miraba. Regreso a la ventana, pensó que quizás en el último segundo podría llegar su salvador. Miraba desesperadamente casi sin pestañar para ver a esa persona, mientras tanto los minutos pasaban sigilosamente. Miro su reloj de bolsillo y lo comparo con el reloj de la pared, estaban iguales; faltaba solo un minuto para las cinco. No había nada más que hacer, soltó el seguro y se coloco el cañón del revolver sobre la sien derecha, apretó lentamente el gatillo teniendo la precaución de no soltarlo aun. Su mano y su frente sudaban, su corazón latía fuertemente. Sentía el pasar rápido de la sangre por su rostro, sus venas se hinchaban formando verdaderas ramas en su mano derecha y su cara, pero no dejaba de mirar la ventana. Faltaba solo un segundo para que todo concluyera ahí. Empezó a rezar calladamente. Sintió que ese segundo era eterno. Un ruido acallo el silencio y de su boca fluyo débilmente y poco entendible  frase.
 ¡Dios mío!
En ese mismo instante de un hermoso carruaje se baja  un adolescente vestido con finas ropas y mira fijamente hacia la ventana donde se encontraba el joven con el revolver en la cabeza. Había llegado su salvador.
Tocan la puerta que da al comedor, era el mayordomo que venia a anunciar la llegada del misterioso visitante y ver el ruido que acaba de escuchar.
-          ¿Señor Higgins, paso algo? ¿Qué fue ese ruido?-digo intrigado el mayordomo.
-          No es nada, es que limpiaba el revolver y por error apreté el gatillo antes de sacarle las balas y he roto el reloj de mamá.- nerviosamente contesto- ¿Quién es el joven que me busca, Bernard?
-          El joven viene por el alquiler de los cuartos que usted tiene en ofrecimiento, lo acompaña su abogado el señor Presley.
-          Si lo vi hágalos pasar, por favor_ dijo, sus manos aun temblaban con el arma en la mano. Al darse cuenta la guardo rápidamente en el estuche y en la caja, seco el sudor de su frente con el pañuelo de seda que aun tenia en la mano. Camino unos dos pasos hacia el sofá mas cercano, cuando se abría la puerta de par en par. Quedo paralizado al ver al joven que cruzaba el umbrar, su rostro, su cuerpo era completamente angelical. Lo acompañaba un hombre calaverico, como salido de la tumba era muy mayor casi un anciano a punto de fallecer, llevaba un portafolio. Ambos vestian elegantemente_ por favor tomen asiento_les índico los sofas cerca de la chimenea.
-          Gracias, me llamo Simon  Presley, soy el abogado de la familia Vernne _dijo el anciano estendiendole la mano a su anfrition, luego indico al joven_ el es el señorito Emmanuel Vernne y esta interezado en el alquiler de unos cuartos que usted tiene en ofreciemiento, yo ya me comunique con su abogado y quedo todo acordado.Perdone el atrevimiento, pero el señorito no podia esperar mas.
-          Mucho gusto Emmanuel, me llamo Victor Higgins, es un placer para mi que te guste mi casa_ le dijo al darle la mano, sintio un frio que casi se la quema, sin darse cuenta se la retira con rapides, sintio vergüenza, penso para si mismo que era descortes._ ¿que edad tienes? ¿eres muy joven para vivir solo con un hombre como yo, supongo que te acompañara tu madre?
-          No, vengo a vivir solo_su voz suave lleno todo el lugar, era como el cantar del ruiseñor un primavera_Ademas no me trate como un niño, tengo 24 años, es verdad represento 16 años pero tengo una enfermedad a la sangre que me hace ver mas joven. Mi madre y mi padre murieron cuando yo tenía 16 años de edad. Durante todo este tiempo he estado al cuidado de mi hermano Igor, pero él esta muy ocupado en La Camara De Los Lores. El es Lord Vernne, Igor Vernne…





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